Foto por Cristóbal |
Soy terriblemente perezoso y lo sé. Cuando debo hacer algo que no disfruto, monótono o por obligación, muchas veces me digo a mí mismo «lo haré mañana», porque mañana parece un mejor día para hacer eso (y cualquier cosa aparentemente).
El proceso siempre es el mismo. Llega la hora de hacer algo que no disfruto, me acerco a la tarea, intento procrastinar un rato, ya sea perdiéndome en Internet o haciendo otra cosa mundana. «Lo haré después de comer», «lo haré después de esto». Son las clásicas lineas que aparecen en mi mente. El momento para hacer aquello se acerca más y más hasta que muy dentro de mí, una neurona en mi cabeza salta con la genial y seductora idea: «Lo haré mañana» porque mañana parece un mejor día. Me digo a mí mismo que mañana tendré más ganas de hacerlo, que mañana lo haré en cuanto me levante de la cama. Mañana tendré más energía, podré obtener mejores resultados. Esas son mis justificaciones. Esas palabras comienzan a girar dentro de mi mente, orbitan incesantes la idea de hacerlo mañana. Y con cada una, con cada pensamiento, la idea de postergar hasta el día siguiente parece cada vez mejor.
Sí, tal vez mañana tenga más energía. Sí, tal vez mañana obtenga mejores resultados. Ninguna de esas ideas es mentira. Lo cierto es que detrás de todo eso hay algo más simple: mi pereza.
Para vencer esos argumentos, tan ciertos y convincentes, actúo. Eso es todo. Cuando tengo que hacer algo que no disfruto, y noto que mi mente empieza a divagar, empiezan a aparecer argumentos de porqué debería de hacerlo mañana y no hoy, en ese instante es cuando me vuelvo hacia aquello que tengo que hacer y simplemente actúo. Que las ideas sean tan verdaderas y seductoras como quieran, pero lo cierto es que si no lo hago en el momento, mañana procrastinaré de la misma forma y nunca haré nada.
Este tipo de ideas suelen desaparecer cuando ya estoy trabajando. He notado que justo antes de empezar a trabajar, de hacer algo, mi mente divaga y encuentra todo tipo de justificaciones para no trabajar. Y eso es porque mi mente no tiene nada que hacer, invierte toda esa energía en intentar no trabajar. Pero cuando ya estoy en aquella tarea, en aquel trabajo o proyecto, estoy demasiado ocupado como para ponerme a pensar porqué mañana parece un mejor día para hacer cualquier cosa.
No lo pienso demasiado y me pongo a trabajar.
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