Hay gente que tiene una o más televisiones en casa. Entre ellos hay una pequeña minoría, una cantidad de gente realmente pequeña que disfruta la televisión. Esas personas sienten una pasión increíble al ver televisión. Son personas que se saben todos los canales, que se la pasan frente al televisor por horas y horas. Ríen y lloran con sus personajes favoritos, se pierden dentro de las historias en forma de imágenes en movimiento y audio. Son personas que, al escucharlas hablar de algo que vieron en esa caja luminiscente, sonríen y hasta inspiran. La cara les brilla, la piel se les eriza, se siente la energía en ellos, lo empujan a uno a hacer —no precisamente a ver televisión—. Son personas que al escuchar a alguien más hablar de un programa o una serie, no pueden evitar meterse en la conversación, disfrutan la televisión realmente. Para ellos siempre hay algo bueno transmitiéndose. Nunca los ve uno sentados frente al televisor cambiándole al canal ociosamente. No lo necesitan, ya saben que van a dar y lo que quieren ver en todo momento. Encienden el televisor, se sientan y disfrutan el momento. Sienten verdadera pasión por la televisión.
Luego está la otra minoría. Una pequeña cantidad de personas que sigue uno o dos programas y el resto lo consideran genuinamente aburrido. Son pocos realmente, usan la televisión para reír, tal vez porque una de esas historias de ficción les interesó, pero eso es todo. Encienden la televisión a la misma hora, el mismo día todas los semanas. Disfrutan su programa y apagan aquella caja.
Y al final está el resto de los televidentes. Encienden la televisión y no le prestan atención, solo quieren ruido de fondo. Ven televisión mientras hacen algo más. Los fines de semana agarran el control y no lo sueltan hasta después de pasar por todos los canales una y otra vez. Es común la frase «no hay nada bueno en televisión» saliendo de sus bocas. No disfrutan la televisión realmente, solo la usan cuando no tienen nada más que hacer o, lo peor, la usan para aderezar cualquier otra cosa que hagan. Esas personas, son la mayoría de los televidentes. En su estado son equivalentes a los oficinistas que no trabajan pero están estorbando a medio pasillo: Ni hacen ni dejan hacer. Los que hablan de lo que vieron en el programa de ayer en la noche solo por hablar. No sienten pasión al ver televisión.
Es como las personas que fuman. Dentro de los fumadores activos, hay un pequeño porcentaje que siente verdadera pasión al fumar. Son personas fáciles de identificar porque se han probado todo tipo de cigarros y puros. Pueden distinguir varias marcas fácilmente. Hablan de ir a tal lugar del mundo solo para probar los puros o que-sé-yo-forma-de-tabaco. Son personas que saben bien que se van a morir de cáncer o de alguna enfermedad respiratoria, pero no les importa porque han disfrutado el momento. Han saboreado y recuerdan cada cigarro que se han fumado. No les importa morirse de la peor enfermedad respiratoria del mundo porque han vivido su pasión.
No importa lo que hagas realmente, todo es dañino para el cuerpo, el mismo aire a tu alrededor te está oxidando. No importa que hagas lo más sano del mundo, si es que eso existe. No importa si te dedicas a saltar dentro de volcanes, eso es irrelevante, si sientes pasión por ello. Y ya que estás por ahí tomate unas fotos para que el resto pueda verlo.
No importa lo que hagas, mientras lo hagas con pasión.
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